06 diciembre 2013

cuento

Garcés*

—¿Pero el laburo te gusta o no?
—Sí, me gusta …
—Entonces no entiendo por qué te ponés así.
Para ganar tiempo me cebo un mate y lo tomo despacio. No tengo ganas de explicarle tanto. La vocecita interna me putea “boludo, boludo” por haber dejado salir la bronca delante de él. Especulo con que se aburra de esperar mi respuesta y salga con otra cosa, pero no puedo engañarme: cualquiera que lo conoce sabe que le sobran paciencia y tozudez.
—No importa, dejá —intento—. Se me va a pasar.
—Ah, claro… Sí, ahora que lo decís se ve que se te va pasando.
No sé por qué al tío Jorge le aguanto que se ponga irónico, a otro lo mandaría a la mierda. Tengo que mirarlo. Sonríe.
—Nada, es que me están hinchando las pelotas con una boludez.
—¿Quién?
—Visniky.
—¿Quién es? ¿El chocolatín nevado? —se ríe.
—Mi jefe. El editor —me resigno y le cuento—. Se le metió en la cabeza que Néstor no está muerto, que por eso el cajón estaba cerrado, me tiró no sé cuántas razones que justifican que anda por ahí escondido o que se operó la jeta para cambiársela, y me mandó a investigar a mí. Ahora lo tengo que tener al tanto de los “avances”. Es un pelotudo.